25.9.06


Jo. La vuelta al cole. ¿Es malo reconocer que me gusta? Me siento como un perro verde: cuando la gente dice que qué asco volver de nuevo a recorrer los mismos pasillos... yo pienso que qué buenos recuerdos me traen, que me tiro en plancha sobre ellos cual anuncio de Pronto.

Estoy recuperando mi vida. Estoy en proceso de recuperar mi pelo también, que es, si cabe, más importante. Peter Pan me cae mal, que lo sepa todo el mundo, pero yo no tengo la culpa de que le hayan puesto su nombre al síndrome que ahora me posee. Tambén odio al Principito por ñoño y hortera. Muerte a ellos, cuánto mal han hecho a los niños y a los mayores.

Y ahora.

Tengo algunos deseos. Tengo que hacer cosas de persona mayor que no tienen que ver con ellos. Tengo que aprender a conducir y preferiría pasarme las horas nadando, de un lado a otro como en el Pong. Tengo que terminar la carrera y quiero... no acabarla. Deseo llevarte de viaje y enseñarte el mundo entero, pero tú no quieres, te atan tus cosas de persona mayor. Debería buscar un trabajo, una pareja o plantar un pino... pero mis deseos son opuestos y duelen al pensarlos. Puede que deba construir mi mundo sobre ellos porque el que conozco me resulta ajeno, me siento extraña, desarraigada y de ninguna parte. Soy de la república independiente de mi casa... aunque vivo de alquiler.

Me he arrancado una parte que aún no sé cuál es. Me está cambiando la piel poco a poco y da un poco de miedo hacerse a la idea. Se me pasan los días delante de los ojos y pienso que otra persona está viviendo mi vida. Quisiera atarla a la pata de la cama y que me ladre, que ronque para que pueda saber que está despierta y que es mía. O a lo mejor esta ya no es mi vida y me espera otra, o la nada. Me están cambiando las energías. Tengo un chorro hormonal, un chorro de sangre extraña que me sube a la cabeza. Sólo sé que no sé cómo explicarlo. Pero es y existe.

2.9.06


¿Seré yo la única que tiene el síndrome de Peter Pan?

¿Seré la única que quisiera quedarse tal y como está ahora, que nada cambie?

Ojalá pudiese detener el tiempo, ojalá pudiese pararlo...

Cuando era pequeña me pasaba tardes enteras tirándome desde las cuestas más altas en bicicleta, desde donde mi madre me dejaba, en realidad. El día que no le hice caso me caí, me hice bastante daño, pero tampoco me importó porque dicen que quien se cae siempre se levanta. De eso estoy segura, supongo que es cierto que lo que no te destruye te hace más fuerte. De tanto repetirlo se vuelve más verdad.

Así que me repito todo el tiempo lo que quiero acabar creyendo. Y de tanto repetírtelo a ti vas a acabar creyéndotelo también... Así que en ese momento va a volverse verdad. Todo es cuestión de actitud, lo sabes.

Pero este vértigo no desaparece porque es intrínseco, me viene de fábrica. Sigo siendo una niña que tiene miedo de hacerse mayor. Y demasiado orgullosa para reconocer que tiene debilidades y que en su mundo no todo es perfecto... ni tan feliz como quiere hacer parecer.

Lo repito otra vez, los demás ven sólo la parte que dejamos ver. Yo, para mí misma, soy sólo la parte que quiero dejarme ver. Lo demás simplemente no existe, me da miedo.

Sé que no puedo ser lo que tú quieres.

Quizá todo son ciclos, como decía Nietzsche, el "eterno retorno". La historia está condenada a repetirse por los siglos de los siglos. Ay. Amén.

Siempre me pongo a pensar cuando termina el verano, la cabeza me va sola... y la felicidad está en el desconocimiento. Odio el verano, los cumpleaños, las navidades. Ahora ya sabes por qué. Porque no quiero crecer, porque no quiero tener que pensar, porque no quiero tener responsabilidades. Es más, quisiera no darme cuenta de que me estoy haciendo mayor, aunque sea así y no pueda negármelo más tiempo.

Hasta ahora no sabía lo importante que es un abrazo. No mil palabras, ni mil consejos o tópicos, puede que la sabiduría popular... solamente que me hagas sentir pequeña entre tus brazos.

Pero después de contártelo, ya estoy mejor.